Los pasajeros que bajan del tren de alta velocidad en la estación de Pohang en Corea del Sur son recibidos con entusiasmo por un perro. Es un robot.
En el vestíbulo de la estación, cinco pequeños autómatas bailan al ritmo de una canción de Exid, una banda K-Pop de chicas.
Esta es la ciudad surcoreana del acero, el lugar de nacimiento de Posco, que alimentó el desarrollo industrial del país hasta que se convirtió en el mayor productor mundial de acero en bruto a fines del siglo pasado. Sin embargo, ningún sitio ilustra mejor la campaña del país para independizarse de las compañías gigantescas que transformaron su economía.
Posco formó parte del plan industrial apadrinado por el ex dictador Park Chung Hee, que dio origen a los conglomerados gestionados por familias, llamados chaebol. Esto aún dominan la economía, grupos como Samsung y Hyundai. Ahora su hija, la presidenta Park Geun Hye, está tratando de reducir la influencia de los conglomerados y alentar a los emprendedores de alta tecnología para crear “un segundo milagro a orillas del río Han”.
“Si Corea ha de competir con el resto del mundo, es de suma importancia permitir a los jóvenes coreanos con ideas creativas aceptar libremente el desafío de iniciar un negocio”, dijo Park el 25 de septiembre en respuestas escritas para Bloomberg News. “Hay cambios innovadores atravesando nuestras comunidades de startups y emprendimientos”.
Fusión de visiones.
Park agregó que el número de empresas creadas recientemente excedió la cifra de 80,000 por primera vez el año pasado, cuando las inversiones de capital de riesgo alcanzaron su nivel más alto.
Las visiones de Park y su padre se fusionan en Pohang. Aquí hay siderúrgicas, plantas químicas y astilleros. Aquí también está la Universidad de Ciencia y Tecnología de Posco, un acelerador LIGHT (acrónimo de Linac Image Guided Hadron Technology), uno de los mayores complejos de centros de investigación científica del país y un museo de robótica.
A una cuadra del museo hay un centro de “economía creativa”, una de las 17 incubadoras de startups que forman parte del programa de US$ 18,000 millones de Park para impulsar los emprendimientos.
Corea del Sur no es el único país desarrollado que intenta emular el caldero de innovación de Silicon Valley, pero los esfuerzos de sucesivos presidentes por impulsar la ciencia y la tecnología le otorgan una ventaja inusual. El país ha aumentado el gasto en investigación y desarrollo desde 1991, multiplicándolo por 20 en ese período a US$ 15,000 millones, y colocando a Corea en primer lugar en investigación y desarrollo en el Bloomberg Innovation Index.
Es también una de las naciones más conectadas de la Tierra. Entre los países de la OCDE, ocupa el sexto lugar más alto en cuanto al número de abonados de banda ancha fija por cada 100 habitantes y cuenta con la mayor velocidad de descarga de Internet.
Creatividad sofocante.
Sin embargo, buena parte de ese éxito se debe a las mismas entidades que han sido criticadas por sofocar la creatividad y la innovación. Tradicionalmente, compañías como Samsung Electronics Co., el mayor fabricante mundial de smartphones y chips de memoria, se han quedado con los mejores graduados de las principales facultades todos los años.
“Las grandes corporaciones estuvieron seguras durante gran parte del siglo XX, pero han sido desafiadas por la competencia global, la presión por mantener salarios bajos, las fusiones y adquisiciones internacionales y el crecimiento del análisis multilateral de datos”, dice John Howkins, un consultor británico que acuñó la expresión “economía creativa” en su libro de 2001. “Ahora es más seguro para una persona hacerse cargo de su propio destino, desarrollar su propia cartera de habilidades y moverse a través de un enjambre de empleadores y clientes”.
Como las grandes corporaciones surcoreanas son cada vez más presionadas por sus competidoras chinas, algunas de las mentes más brillantes del país están atendiendo a ese llamado.
Frente a la biblioteca en forma de crisol de la universidad están las oficinas de StradVision, una compañía iniciada por Jun Bong Jin, un ex ingeniero de Samsung SDS e Intel Korea que está tratando de alcanzar una de las metas más difíciles de la informática: cómo lograr que los robots reconozcan las cosas visualmente.
Jun, que de niño inhaló monóxido de carbono hasta desmayarse mientras realizaba un experimento, armó un grupo de codificadores para crear un software que ha ganado la mayor cantidad de premios en una competencia en Francia este año, la cual fue patrocinada por la Asociación Internacional para el Reconocimiento de Patentes.
“Dejé Intel porque quería trabajar libremente”, dijo Jun, que vestía una camiseta, mientras uno de sus empleados llegaba a trabajar al mediodía. “Si amas lo que haces, entonces qué usas, cuándo entras a trabajar y qué haces no importan”.
Quienes lo rodean son ejemplos típicos del creciente atractivo de este enfoque para muchos jóvenes coreanos. En un sillón de masajes en el centro de la habitación, el ingeniero de algoritmos Sung Myung Chul se ríe de un chiste que lee en su celular, en tanto el ex desarrollador de juegos de computadora y rapper Cho Kuk Hyun tipea allí cerca en dos teclados al mismo tiempo.
Otros se inclinan atareados sobre notebooks o prueban software con Google Glass: el arquitecto de hardware Lee Su Hyun, que recibió una descarga eléctrica de niño mientras experimentaba con un tomacorriente y un par de varillas metálicas; el codificador Lee Myung Jin, que administraba un restaurante de pollo frito en la facultad, y el hijo de cinco años de Jun, que sentado a un escritorio mira Disney Channel.
Comparten el espacio con un hámster, dos escarabajos y una pecera de peces pequeños (un pollito fue desterrado por ser demasiado oloroso).
Uno de los mayores desafíos de Jun es el mismo que aqueja a los emprendedores de todas partes: la financiación. A diferencia de las startups del vecino centro respaldado por el gobierno, él depende de sus ahorros porque eso le da más control.
Rechazado por los inversores.
Encontrar inversionistas en Corea del Sur no es fácil. Las fusiones y adquisiciones responden por solo 2% de la ganancia que estos obtienen respaldando startups, lo que desalienta la búsqueda de las YouTube o WhatsApp en ciernes. Y a un emprendimiento surcoreano le lleva un promedio de 12 años salir a bolsa.
Kim Hyoung Ki, responsable ejecutiva de la empresa biotecnológica Celltrion, que ahora encabeza el índice centrado en tecnología Kosdaq, recuerda haber sido rechazada por cada uno de los inversores que visitó cuando su compañía quiso abandonar la manufactura por contrato en 2009.
“Estábamos corriendo un riesgo al tratar de construir nuestro propio producto, pero eso ahuyentó a los inversionistas”, dijo Kim sentada en su oficina en Songdo, al oeste de Seúl. Entonces fabricó la lapicera usada en 2010 para firmar un acuerdo con Temasek Holdings de Singapur. “Vadeábamos un valle de la muerte y encontramos alivio en el extranjero”.
Park señaló las inversiones de compañías como Cisco, Intel y SoftBank como signo de que su política funciona. Sus centros de “economía creativa” operan en colaboración con importantes compañías, incluyendo chaeboles.
Música pop.
Las compañías competitivas de tamaño pequeño o mediano y las economías locales vigorizadas son esenciales para enfrentar los desafíos económicos del país, dijo Samsung Electronics en respuestas enviadas por correo electrónico. La empresa recibe con agrado a los emprendedores y ya opera un “Creative Lab” (laboratorio creativo) para que el personal se desafíe a sí mismo, agregó. Woowa Brothers, con sede en Seúl, es una de las beneficiarias, y obtuvo US$36 millones el año pasado de un consorcio de Goldman Sachs para desarrollar una aplicación que entrega de todo, desde codillos de cerdo hasta sashimi. Fundada en 2010, la compañía cuenta con música pop en su oficina y una banqueta cada dos escritorios para que el jefe vaya a los empleados en vez de llamarlos a su oficina.
Mientras barre el piso y pasa la gamuza sobre los escritorios con su personal en un ritual semanal de la compañía, el ejecutivo de 40 años Choi Jung Yi, vistiendo jeans, resume por qué los talentos jóvenes de Corea abandonan cada día más la senda tradicional.
“Cuando mis padres eran jóvenes, la economía coreana se había disparado como un cohete”, dijo Choi. “Ya no es así. Trabajar duro simplemente no te da estabilidad financiera, mucho menos riqueza. ¿Qué le parece que tiene mejores posibilidades: convertirse en un ejecutivo de Samsung Electronics o tener éxito con su propia startup?”.